30 de mayo de 2009

UN MILITAR CON EL APELLIDO BORLAF

Universitarios y Militares

En el pasado no existían tantos registros de las personas como en la actualidad y por eso los pocos que existían lo eran en instituciones importantes como lo eran la Universidad y el Ejercito.
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En cuanto a Universidades, además próximas al Corredor del Henares, fueron importantes la Universidad antigua de Sigüenza y sobre todo la Universidad de Alcalá de Henares (actual Universidad Complutense).
En el "Índice de Colegiales del Mayor de San Ildefonso y menores de Alcalá" de José de Rújula y de Ochotorena marqués de Ciadoncha no existe ningún expediente con el apellido Borlaf.
En la Universidad de Alcalá de Henares tampoco hay ningún expediente con
el apellido Borlaf.
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Sin embargo en el Archivo General Militar de Segovia conservan un Expediente de un Borlaf, Antonio Borlaz Diaz, nacido allá por 1815.
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28 de mayo de 2009

El Blasón y Escudo de Armas de los BORLAZ, BORLAF y BORLAFF


Blasón y Escudo de Armas
En el Repertorio de Blasones de la Comunidad Hispánica aparece (bajo la entrada de BORLAZ) el escudo que pertenecería de forma igual a los BORLAF, a LOS BORLAZ y a los BORLAFF.
El Escudo de Armas es en Plata, un árbol, de lis. también de oro.
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.(ejemplo distribucion de blasón/escudo)

25 de mayo de 2009

NI BORLAF, NI BORLAFF, NI BORLAZ... PERO SE PARECEN

Apellidos Similares
Por los datos facilitados tanto por Antonio López de Zuazo (quien dirigió una sección dentro del teletexto de Televisión Española dedicada al origen los Apellidos) como el Gabinete Heráldico (en el que constan mas d 60.000 apellidos) los apellidos mas similares al nuestro serían BORLÁN, BORLAND, BORLAK y BORLAZA.
Asimismo, y de muy distinta procedencia, existen otros apellidos con la raíz BORL como BORLA, BORLACY, BORLANA, BORLANDS, BORLASCA, BORLASE, BORLASE-BROCKMER, BORLASE-WARREB, BORLATI, BORLE, BORLE DE SCHONBACH, BORLE DE SCHTMNBACH, BORLEMAT, BORLET, BORLEY, BORLI, BORLUUT, BORLUUT DE NOORTDONCK y BORLUUT D'GOOGSTRAETE.
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23 de mayo de 2009

BOR... ¿ Qué ? ... ... BORLAF

BOR... ¿ Qué ? ... BORLAF
BOR... ¿ Qué ? ... BORLAZ
BOR... ¿ Qué ? ... BORLAFF

Cuando para cualquier trámite burocrático, cuando para cualquier asunto nos han solicitado nuestro nombre y apellido y se lo hemos nombre dado a quien no le han repreguntado alguna vez eso de BOR... ¿Qué ?
y a quien después de deletreárselo no le han continuado preguntando eso de ¿Y ese apellido de donde viene? ¿Y ese apellido de donde es?

Preguntas como esas me empujaron a averiguar el origen del apellido.
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21 de mayo de 2009

ONOMASTICA DE LOS APELLIDOS, onomastica de los Borlaf, de los Borlaff y de los Borlaz ( y 3 )

Historia de los apellidos

Nos podríamos parar a estudiar la historia de muchos apellidos, como los prerromanos, romanos, judeo-cristianos, germánicos, judíos, árabes, gitanos, compuestos o de expósitos aunque en este caso solo vamos a hacer comentarios de dos de ellos, los apellidos de origen extranjero y los que contienen el patronímico "-ez".

Apellidos de origen Extranjero.
A lo largo de los siglos, los movimientos migratorios de familias procedentes principalmente de Francia, Italia y Portugal trajeron a nuestro país diversos apellidos, hoy adaptados a la fonética española, más o menos numerosos según la región de España. Son más frecuentes los nombres franceses italianos en Cataluña, Baleares y Valencia, mientras que predominan los apellidos portugueses en Galicia y otras zonas fronterizas con Portugal, como Extremadura y Andalucía occidental, así como en las Islas Canarias.

a) Apellidos de origen francés: Laforet, Minué, Duval, Cabarrús, etc.
b) Apellidos de origen italiano: Ruso, Manzanaro, Picasso, etc.
c) Apellidos de origen portugués: Sousa, Chaves, etc.

También existen apellidos de otros países pero son escasos. Actualmente con la migración de personas procedentes del continente africano, se están incorporando a nuestra onomástica, apellidos como Mohamed, Abdelkader, Abdeselam, etc.


Apellidos con el patronímico "-ez".
En la Edad Media existía en Castilla, León, Navarra y Aragón una práctica para formar el segundo nombre del hijo: añadir el nombre del padre aplicándole la terminación "-ez, -z o -íz" (forma ésta más propia de Aragón). Así pues, si un individuo de nombre Pedro tenía un hijo de nombre Sancho, éste se llamaría Sancho Pérez. De este modo, este sufijo viene a significar "hijo de". Así las cosas, los apellidos como Fernández, Martínez, López, Díaz, Pérez, Ramírez, etc., se denominan patronímicos, por ser nombres formados a partir del nombre del padre.

No se conoce con certeza el origen de este sufijo patronímico; algunos investigadores lo han atribuido a una supervivencia del genitivo latino en "-ís", con valor de posesión o pertenencia. Sin embargo, otros opinan que se trata más bien de un sufijo de origen prerromano; en efecto, ninguna otra lengua latina posee tal sufijo patronímico y, además, el genitivo latino en "-ís" no explica las terminaciones en "-az, -oz o -uz" que encontramos en otros apellidos españoles como Ferraz, Ferruz o Muñoz. Por otro lado, resulta interesante advertir que estas terminaciones abundan también en topónimos antiquísimos de época prelatina como Badajoz o Jerez. También es significativo el hecho de que este sufijo "-ez" todavía exista en vasco con valor posesivo o modal. En resumen, es probable que este patronímico castellano "-ez" sea un auténtico fósil lingüístico préstamo del vascuence, posiblemente transmitido a través del navarro, ya que, la lengua castellano-leonesa primitiva obtuvo numerosos préstamos del vascuence a través del reino de Navarra, debido a la influencia que ejerció este reino entre los siglos IX y XI. Sabemos que el uso del patronímico "-ez" ya estaba extendido en Navarra en los siglos VIII y IX; de hecho, García Íñiguez era el nombre del rey de Navarra que, en el año 851 u 852, sucedió a su padre, llamado Íñigo. De todos modos, aunque el patronímico "-ez" o "-iz" sea de origen prerromano o vascuence, no hay duda de que se vio consolidado en época visigoda por el genitivo germánico latinizado en "-rici", "-riz" (como en Roderici o Sigerici), que se ponía a continuación del nombre individual para indicar el paterno. El caso es que entre los siglos XI y XII se halla completamente fijado en Castilla y León el uso del patronímico "-ez", y su abundante uso queda refrendado por la abundancia, en la actualidad, de apellidos patronímicos como López o Pérez. No obstante, a partir del siglo XIII esta práctica del nombre patronímico cayó en desuso, y desde entonces los nombres en "-ez" quedaron fosilizados y se transmitieron como apellidos hereditarios.

Ahora bien, si la forma "-ez" es un patronímico propio del castellano, encontramos numerosos apellidos catalanes o portugueses de origen castellano adaptados a la fonética de sus respectivas lenguas. Por ejemplo, el catalán transformó el sufijo "-ez" en "-is" o "-es", como en Peris (de Pérez), Llopis (de López) o Gomis (de Gómez). El portugués también adaptó los nombres castellanos en "-ez" convirtiéndolos en "-es", como en Peres o Rodrigues.
Por último, conviene saber que el uso de partículas patronímicas es un recurso muy común en todas las lenguas. Como ejemplos podemos citar el sufijo "-son", (hijo) en anglosajón, como en Johnson o Jackson; el escandinavo "-sen", (hijo) , como en Andersen o Johansen, el irlandés "O'", contracción del inglés of, (de), como en O'Donnell u O'Hara, el escocés "Mac", derivado de una voz gaélica, como en MacArthur o MacDonald, o el también escocés "Fitz", como en Fitzgerald o Fitzpatrick, partícula ésta derivada del francés fils, (hijo), que los normandos introdujeron en el siglo XI. También fue frecuente entre los británicos la marca de filiación a través del uso de una "-s" final, indicadora del genitivo, que terminó adhiriéndose al apellido, como en Peters, Adams, etc. En las lenguas eslavas hallamos partículas finales como el sufijo ruso "-of/-ov" ("-ova" para las mujeres), que encontramos en Valerarianov, Mijailov, Tereshkova, etc.; el polaco "-ski" ( "-ska" en femenino), como en Kawalski o Kandinsky, etc.; también "-vic" o "-vich" en algunas lenguas de la antigua Yugoslavia, como en Milosevic, etc. Los franceses han usado como marca de filiación la preposición de, como en Demathieu, Dejean, etc.; los italianos conservaron una forma muy próxima a la del genitivo latino con el sufijo "-ini", como Martin > Martini, etc. En árabe y en hebreo encontramos la partícula "Ben-", (hijo de), que se antepone al nombre, así como en japonés encontramos "-moto", en griego "-poulos", en vasco "-ena", etc.

borlaf@castillalamancha.es pabloelborlaf@yahoo.es

19 de mayo de 2009

ONOMASTICA DE LOS APELLIDOS, onomastica de los Borlaf, de los Borlaff y de los Borlaz ( 2 )

Clasificación de los apellidos

Los sobrenombres que sirvieron para formar los actuales apellidos se pueden clasificar fundamentalmente en 6 categorías:

1º) Apellidos patronímicos.
Un procedimiento muy común en todas las comunidades humanas ha sido el de especificar el nombre del padre para establecer distinciones entre personas con el mismo nombre de pila, como por ejemplo "Antonio el hijo de Pedro", y esto se comprueba aún hoy en día, sobre todo en las zonas rurales. Así pues, en el ejemplo Antonio, el hijo de Pedro se llegó por economía de palabras al resultado Antonio el de Pedro o Antonio de Pedro, y llegó un momento en que, al adherirse naturalmente al nombre del hijo el del padre (en algunos casos de la madre), éste terminó convirtiéndose en apellido hereditario. Así se explican los numerosos apellidos actuales procedentes de nombres de bautismo como Juan, Nicolás, Marcos, Antonio, etc. No faltan casos en los que la preposición "de" se conservó o se añadió posteriormente para evitar que se confundiera el apellido con el nombre de bautismo, de manera que no son infrecuentes ejemplos como De Miguel, De Nicolás o De Tobías, en los que la presencia de la preposición no indica origen noble, como creen algunos erróneamente.

El apellido procedente del nombre del padre es, con diferencia, el caso más frecuente; de hecho, los abundantes y españolísimos apellidos terminados en "-ez", como Sánchez, Gutiérrez, etc., no son sino apellidos procedentes del nombre del padre (respectivamente, de Sancho y Gutier o Gutierre).


2º) Apellidos toponímicos.
La costumbre de apellidarse con nombres de localidades viene de antiguo y podemos citar a Thales de Mileto (640 A.C. en Mileto), Pitágoras de Samos (580 A.C. en Samos), etc. Los lugares de donde procedían los individuos, donde vivían o de los que eran propietarios, han sido siempre un formante importantísimo de apellidos. Aquí también se produjo el mismo proceso ya mencionado en el que un José el Soriano, o un Ramón de Albacete, terminaron siendo José Soriano, o Ramón Albacete, aunque en casos como éstos es frecuente que se conserve la preposición "de".

Establecer una clasificación más o menos completa de topónimos formantes de apellidos sería muy complejo, no obstante, podemos hacer la siguiente clasificación:
a) Apellidos procedentes de gentilicios, nombres de países, regiones, ciudades o pueblos: España, Francés, Catalán, Aragón, Aragonés, Almagro, etc.
b) Apellidos procedentes de nombres comunes de núcleos de población: Aldea, Barrio, Villa, etc.
c) Apellidos procedentes de nombres comunes de edificios y construcciones varias: Torres, Castillo, Corral, Puente, Iglesia, Cabaña, etc.
d) Apellidos procedentes de nombres de accidentes hidrográficos: Ebro, Segura, Río, Torrente, Ribera, Fuentes, etc.
e) Apellidos procedentes de nombres comunes referentes al relieve y composición del terreno: Sierra, Monte, Valle, Cueva, Peña, Roca, etc.
f) Apellidos procedentes de nombres referentes a la vegetación: Encina, Perales, Manzano, Fresneda, etc.


3º) Apellidos procedentes de oficios, cargos o títulos.
Esta categoría obtiene el tercer puesto en importancia, y son muchos los apellidos relacionados con la iglesia, la nobleza, el ejército, la artesanía, el comercio, la agricultura, la ganadería, etc. Los cargos eclesiásticos, como abad, obispo, capellán o sacristán, han dado origen a abundantes apellidos, lo cual puede resultar sorprendente si suponemos a los hombres de iglesia célibes, como hoy en día, pues no se entiende la razón de apellidos hereditarios en un estamento que, supuestamente, no puede tener descendencia.

En cuanto a los apellidos procedentes de títulos nobiliarios como duque, conde, o rey, no deben hacemos pensar necesariamente en una relación con individuos que ostentasen tales títulos o cargos; lo más probable es que, en la mayoría de los casos, se tratara de motes o apodos. En efecto, si una persona era arrogante, altiva, etc., se le apodaba rey, conde, etc., motes que todavía hoy se aplican. También se podía apodar así a una persona que servía en la corte del rey o en casa de un conde, así como a alguien que tuviera algún parecido físico con el rey o el señor local. Lo cierto es que pudieron existir muchas otras causas surgidas de la imaginación popular, pero en pocos casos debemos pensar que esos nombres se debieran a hijos ilegítimos de reyes o duques.

Podemos distinguir seis categorías de apellidos procedentes de profesiones o cargos:
a) Cargos eclesiásticos: Abad, Cardenal, Monje, Sacristán, etc.
b) Títulos nobiliarios: Rey, Conde, Duque, Hidalgo, etc.
c) Cargos u ocupaciones relacionados con el ejército o el funcionariado: Alférez, Capitán, Alcalde, Alguacil, Escribano, Jurado, etc.
d) Oficios diversos relacionados con la artesanía y el comercio: Herrero, Molinero, Zapatero, Sastre, etc.
e) Oficios derivados de la agricultura, la ganadería, la pesca, etc.; Labrador, Pastor, Vaquero, Pescador, etc.
f) Oficios y ocupaciones diversas: Caminero, Criado, etc.


4º) Apellidos procedentes de apodos.
Éste es el procedimiento más antiguo que existe para distinguir a los individuos, y todavía hoy está muy extendido el uso de los apodos, aunque más en las zonas rurales que en las urbanas. Con los apodos ocurre lo mismo que en las demás categorías, y se hacen hereditarios aunque el portador original lleve ya mucho tiempo muerto. Los apellidos procedentes de apodos presentan a veces serias dificultades de interpretación; en muchos casos se trata de voces conocidas, existentes actualmente y cuyo sentido es fácil de entender, como Feo, Gordo, etc., pero en otros casos son antiguas voces populares, algunas de las cuales ni siquiera están documentadas; en otras ocasiones, por último, aunque sean voces conocidas, resulta muy difícil adivinar qué sentido podían tener en la imaginación popular.

Los apodos se pueden clasificar de la siguiente manera:
a) Apodos referentes a características físicas: Bajo, Gordo, Rubio, Calvo, Cano, etc.
b) Apodos referentes a características morales: Alegre, Bueno, Salado, etc.
c) Apodos referentes a animales: Borrego, Buey, Conejo, Vaca, etc. Estos apodos pueden tener muy variadas causas, como que el individuo criara, cazara o vendiera tal animal, o por la semejanza física del individuo con éste, por comparación de sus aptitudes, defectos u otras características, por alguna anécdota relacionada con el animal, etc.
d) Apodos referentes a plantas: Cebolla, Oliva, Trigo, etc. Por lo general estos apodos designaban al individuo que cultivaba o vendía tal planta, pero también pudieron tener variadas motivaciones, como la comparación de rasgos físicos del individuo con determinada planta, o alguna anécdota relacionada con dicha planta, aunque también, en muchos casos, tales apellidos proceden simplemente de topónimos.
e) Apellidos referentes a lazos de parentesco, edad, estado civil, etc.: Casado, Joven, Mayor, Nieto, Sobrino, Viejo, etc.
f) En una última categoría entran todos los demás apodos que se puedan imaginar referentes a anécdotas o circunstancias relacionadas con la vida del individuo: Botella, Capote, Tocino, Porras, etc. En muchos casos ocurrió que el nombre del objeto se aplicó por elipsis al que lo fabricaba; de ahí proceden apellidos como Cuerda, Cadenas, etc.

5º) Apellidos procedentes de aplicaciones onomásticas varias, consagraciones, bendiciones, augurios para con el recién nacido o hechos relativos al nacimiento.
Estos apellidos proceden de nombres de nacimiento que los padres u otras personas le aplicaban al niño además del nombre cristiano de pila o como nombre único de bautismo. Tenemos varios tipos, que podemos clasificar de la siguiente manera:
a) Apellidos procedentes de nombres de bautismo de carácter afectivo o elogioso, relativos a consagraciones a Dios, bendiciones, buenos augurios, etc. Hasta que el Concilio de Trento (siglo XVI) hizo obligatorio bautizar a los niños con nombres extraídos del santoral católico, las gentes del medievo utilizaban aplicaciones onomásticas diversas, de carácter elogioso, como Lozano, Valiente, o de carácter afectivo, como Tierno, Bueno, Bello, etc.; también era muy frecuente aplicar como nombre de nacimiento fórmulas natalicias de buen augurio, como Buendía, Alegre, y nombres alusivos a consagraciones a Dios o a hechos y fiestas de la liturgia católica, como Diosdado, De Jesús, De Dios, etc.
b) Apellidos referentes a circunstancias del nacimiento, a la ilegitimidad del nacimiento o a la paternidad desconocida, etc.: Bastardo, Expósito, Temprano, Tirado, etc.
c) Apellidos referentes al mes de nacimiento: Enero, Febrero, Marzo, Abril, Mayo, etc.

Carece de fundamento la afirmación de algunos acerca de que eran nombres impuestos a los expósitos en función del mes del año en que se les encontraba; también se ha dicho, sin mayor fundamento, que eran de expósitos los apellidos hagionímicos como Sanjuan o Santamaría, o los apellidos-nombres de bautismo como Pedro o Nicolás.


6º) Apellidos de origen incierto o desconocidos.No escasean los apellidos acerca de los cuales nos es difícil o imposible asegurar una etimología. Algunas veces esta imposibilidad se debe a que estamos en presencia de apellidos muy antiguos, en algunos casos prerromanos, como García o Muñoz, que la ciencia etimológica no ha conseguido explicar satisfactoriamente debido al desconocimiento de las lenguas prerromanas. Otras veces, aunque pueda tratarse de un nombre perteneciente a una lengua conocida, como el latín, el árabe o el germánico, la evolución y transformación del nombre a lo largo de los siglos nos lo ha hecho irreconocible. Por otro lado, no faltan apellidos nacidos de motes procedentes de palabras romances dialectales o locales, hoy desaparecidas y por ende difíciles o imposibles de explicar. Por fin, también ocurre, como ya hemos visto, que gran parte de los apellidos se originan a partir de nombres geográficos, y es frecuente que muchos de ellos, precisamente por ser antiquísimos y por proceder de lenguas prerromanas desconocidas, no se hayan podido interpretar; por ejemplo, no se conoce con exactitud la etimología de topónimos formadores de apellidos como Huesca o Toledo.

18 de mayo de 2009

ONOMASTICA DE LOS APELLIDOS, onomastica de los Borlaf, de los Borlaff y de los Borlaz ( 1 )

Onomastica de los apellidos

La Real Academia Española define la onomástica, en una primera acepción, como perteneciente o relativo a los nombres y especialmente a los propios. En una segunda acepción como ciencia que trata de la catalogación y estudio de los nombres propios. En una tercera acepción como día en que una persona celebra su santo.

La Real Academia Española define apellido en una primera acepción, como nombre de familia con que se distinguen las personas; como Córdoba, Fernández, Guzmán. En una segunda acepción como sobrenombre, o mote.


Formación de los apellidos hereditarios

La función del apellido no es sino la de servir de complemento al nombre de pila para evitar confusiones. En origen, los apodos u otro tipo de denominaciones hacían el papel de apellido, con distintivos tales como "Pedro el hijo de Antonio", "Juan el del Puente", "Luis el Zapatero", etc. Es evidente que la repetición de los nombres de pila hizo necesario el uso de un segundo nombre para distinguir a individuos con el mismo nombre de bautismo.

Probablemente, uno de los recursos más antiguos haya sido el uso de algún apodo o mote además del nombre de nacimiento. Es interesante observar cómo, sobre todo en las zonas rurales, todavía está muy arraigada la costumbre de llamar a una persona mediante un apodo, y es significativo comprobar cómo éstos se heredan. Esta costumbre nos ayuda a entender mejor cómo se hicieron hereditarios los segundos nombres o apellidos.

La fijación de los apellidos empieza con la difusión del uso de documentación legal y notarial a partir de la Edad Media. Los notarios y escribanos medievales empezaron a tomar la costumbre de hacer constar, junto al nombre de pila de los interesados, el nombre de su padre, su apodo o sobrenombre, profesión, título o procedencia. En un principio sólo hallamos documentados los casos de cargos eclesiásticos o de personajes de la alta sociedad; posteriormente, el uso de documentos notariales o parroquiales se extiende al resto de la población, lo que terminará reforzando el uso de un distintivo que, añadido al nombre de pila, acabará por convertirse en lo que hoy es el apellido hereditario.

Es probable que el uso del apellido empezara a extenderse a partir de los siglos XI o XII, cuando el constante empobrecimiento de la onomástica hizo preciso el uso de un segundo nombre. En la Edad Media, al igual que ocurre todavía hoy en día, los nombres de pila o de bautismo respondían a modas y a la necesidad de imitar los nombres de las clases dominantes, de personajes famosos o de santos muy venerados (razón ésta muy importante en la Edad Media), lo cual terminó reduciendo el abanico de nombres escogidos para el recién nacido.

En los reinos de Navarra, León y Castilla, empezó a ser costumbre añadir al nombre del hijo el del padre más el sufijo "-ez", que venía a significar "hijo de"; por ejemplo, Pedro Sánchez quería decir "Pedro hijo de Sancho". Esta costumbre debió limitarse en principio a familias de la alta sociedad, pero sin duda posteriormente se hizo extensible, por imitación, a estratos más populares, como se deduce del hecho de que los apellidos en "-ez" sean en la actualidad los más abundantes en España. Pero no todo el mundo usó este patronímico; otros usaron simplemente el nombre del padre en su forma regular, como se ve en apellidos como Nicolás, Bernabé o Manuel, a veces anteponiendo la preposición "de" para marcar filiación y también para distinguir el nombre de pila del nombre patronímico. Pero hubo otras maneras de formar el segundo nombre o apellido, como la de añadir el lugar de origen o residencia del individuo, su oficio o cargo, un apodo, etc., como se verá más adelante.

Parece que es entre los siglos XIII y XV cuando empieza a extenderse a todos los estratos sociales la costumbre de hacer hereditario el segundo nombre, la que hoy llamamos apellido; no cabe duda de que una familia propietaria o arrendataria de unas tierras, por pequeñas que fueran, tenía interés, sobre todo de cara a la documentación legal y notarial, en hacer constar un nombre hereditario como nombre de familia ligado a la posesión sucesoria. Por otro lado, sabemos que en la Edad Media las profesiones solían ser hereditarias, sobre todo en las poderosas asociaciones gremiales; de esta forma, era fácil que en los documentos notariales, comerciales o parroquiales el oficio del individuo quedara adherido al nombre; así, un Pedro zapatero (es decir: Pedro, de oficio zapatero) le transmitía a su descendencia la profesión, terminando por convertirse el nombre de la misma en un apellido hereditario, y si las personas del pueblo heredaban las profesiones, los nobles heredaban sus títulos, y un Andrés hidalgo o un Javier caballero (es decir, con títulos de hidalgo y de caballero, respectivamente), tendrían que transmitirles esos mismos títulos a sus hijos, que terminarían por apellidarse Hidalgo o Caballero. De todos modos, en la Edad Media la adopción de nombres y apellidos era un acto completamente voluntario, y sorprende observar en la documentación medieval que los cristianos podían llevar segundos nombres musulmanes o judíos, y viceversa, e incluso los sacerdotes podían ostentar, sin que esto supusiera ningún problema, apellidos islámicos. Había, pues, libertad casi absoluta en la adopción del apellido, pudiéndose elegir, entre los de los ascendientes, los apellidos que más gustaban por parecer más bonitos o respetables, por motivos de afecto hacia tal o cual familiar, etc. Es evidente que, a lo largo de tantos siglos durante los que el uso del nombre no estuvo sujeto a ninguna regla precisa, se produjeron multitud de formas y variantes, procedentes del gusto o la fantasía de las personas, del criterio ortográfico de cada notario y escribano, del uso lingüístico y acento de cada localidad, etc.

En el siglo XV ya se hallan más o menos consolidados los apellidos hereditarios, ello gracias, en parte, a la obligatoriedad (por iniciativa de Cisneros) de hacer constar en los libros parroquiales los nacimientos y las defunciones. De todas formas, conviene saber que, sobre todo en las zonas rurales y entre la gente más humilde, la norma actual del apellido paterno hereditario no se fija definitivamente hasta el siglo XIX, en el que la burocracia estatal empieza a hacer obligatorias las leyes onomásticas. En 1870 surge en España el Registro Civil, que es donde se reglamenta el uso y carácter hereditario del apellido paterno y donde queda fijada la grafía del apellido, salvo errores de los funcionarios.

pabloelborlaf@yahoo.es

13 de mayo de 2009

COMO BUSCAR ANTEPASADOS, como buscar los antepasados de los BORLAF, Borlaff ó Borlaz


Como buscar antepasados

Al iniciar una investigación genealógica tenemos en principio la idea de buscar datos sobre nuestro apellido, sin embargo hay que tener primero en cuenta, y esto es muy importante, la diferencia entre apellidos y linajes. Son los linajes en los que deberemos centrarnos si queremos encontrar y seguir nuestra línea familiar. Esta diferenciación es especialmente relevante a la hora de localizar el blasón (escudo heráldico) de nuestro apellido, hay que tener claro que el blasón corresponderá a un linaje o línea familiar y no de modo genérico a un apellido.

Dentro de un mismo apellido habrá distintos linajes o familias, así que nos podremos encontrar con distintos blasones dentro de un mismo apellido y muchos linajes o familias dentro de un apellido a los que no les corresponderá blasón alguno. Por ejemplo tomemos una persona apellidada Álvarez en el siglo XVI que tiene tres hijos, uno de ellos realiza alguna hazaña o servicio que hace que el rey le conceda un blasón, o por voluntad propia encarga su confección a un rey de armas, a partir de ahí los descendientes de esa rama de Álvarez tendrán un escudo heráldico unido a su apellido, pero ese escudo solo pertenecerá a ese linaje. Los otros tres hermanos Álvarez a los que no les ha sido otorgado el uso de escudo de armas, tendrán apellido que transmitirán a sus descendientes pero no ese escudo de armas.

Existirá un blasón del apellido Álvarez, pero solo pertenecerá a los descendientes de la rama o linaje a la que le fue concedido su uso, no a todos los que se apelliden Álvarez. Puestos a iniciar la investigación el primer paso será ver de que datos partimos, que datos familiares tenemos para empezar, si ya tenemos algunas partidas sacramentales o civiles. El modo de remontarnos hacia arriba en nuestro árbol familiar lo más lejos posible será, fundamentalmente, mediante la búsqueda y colección de partidas de nacimiento o bautismo, matrimonio y defunción.

Es importante pedir copia literal, y no extracto, de la documentación que nos interese porque así obtendremos la mayor información.

Para construir el árbol genealógico hay que tener en cuenta que durante los siglos XVI y XVII, se producen cambios frecuentes en los apellidos, unos llevando un apellido aunque no corresponda en esa generación porque va ligado a la posesión de varonía o a un mayorazgo o porque es el apellido del antepasado más notable, también es fácil que cambie un apellido al moverse de provincia, que un apellido plural se singularice, o que al llevarlo una mujer se feminice el apellido, o que se castellanicen apellidos como sucede con apellidos vascos o navarros que emigran a Andalucía. También se produce el caso de apellidos extranjeros que se traducen por ejemplo "White", por Blanco.

Para el caso de apellidos localizados en las Islas Canarias hay que tomar en consideración que desde que estas se incorporaron a la Corona de Castilla a finales del siglo XV tuvieron como régimen filial un matriarcado que tuvo vigencia hasta el primer tercio del siglo XIX y que solo desapareció por completo al implantarse el Registro Civil en 1870.

Esta costumbre portuguesa del matriarcado imperó en Canarias determinada por la considerable población lusa avecindada en el archipiélago y se generalizó a todas las familias, hasta el punto de decirse, que no hay familia en Canarias que pueda remontar su genealogía de varón a varón hasta la conquista, ya que en todos los caso aparecería una mujer que sería el eslabón imprescindible para la sucesión.

Otra circunstancia que se dio singularmente en las islas es que no existía un articulado que exigiese poner a los hijos los respectivos apellidos del matrimonio, con lo que es frecuente encontrar hijos con unos apellidos completamente distintos a los de los padres, porque se transmitían saltándose generaciones o, en muchos casos también, se le daba a los hijos los apellidos de parientes, padrinos o protectores.


Recopilar datos en nuestro hogar

En primer lugar, y antes de embarcarnos en la confección de un árbol genealógico tenemos que recopilar el mayor número de datos posibles acerca de nuestra familia. Lo mejor es preguntar a nuestros mayores, sobre nuestros antepasados, así como recopilar fotografías y documentos como testamentos, pagos de impuestos, pasaportes, billetes de barco, libro de familia, partidas de nacimiento, documentos de enterramiento, escrituras de bienes, etc. Tenemos que ordenarlos y clasificarlos para sentar la base de partida.


Registros civiles

Tenemos que acudir a los registros civiles para obtener documentación fidedigna sobre nuestros antepasados. Lo mejor es empezar por solicitar una copia literal de la partida de nacimiento de uno mismo, para continuar con la de nuestros padres abuelos etc., hasta el año 1870. A partir de dicho año y hacia el pasado, tendremos que recurrir a los archivos eclesiásticos, principalmente archivos de las Parroquias y archivos Diocesanos.

A partir del año 1870, se obliga por ley a llevar un registro general de nacimientos, matrimonios y defunciones. En las partidas de nacimiento encontraremos los datos del recién nacido, nombre y apellidos, edad, lugar de nacimiento y profesión de sus padres, y los nombres de los cuatro abuelos. En las partidas de matrimonio encontraremos los datos de los contrayentes, así como los nombres de sus padres (en ocasiones aparecen los de los abuelos). En las partidas de defunción encontraremos los datos del fallecido, los nombres de sus padres, el nombre de su cónyuge, y los de sus hijos.

Los Registros Civiles, normalmente están ubicados en los Juzgados, en ciudades y pueblos grandes, y en los Ayuntamientos, en pueblos medianos y pequeños.

Otros documentos civiles que pueden ser de interés para nuestra investigación son los documentos y expedientes de ciudadanía otorgados por: las embajadas, policía y el Registro Civil. En estos expedientes figurará la partida de nacimiento, y datos sobre las circunstancias familiares.

Contienen los siguientes fondos:
-Nacimiento
-Matrimonio
-Defunción
-Capitulaciones Matrimoniales
-Testamentos
-Informaciones y Particiones "Post mortem"
-Cambios de apellidos
-Expedientes de ciudadanía


Registros eclesiásticos

A partir del Concilio de Trento, 1570, se obliga a los párrocos a llevar un archivo de nacimientos matrimonios y defunciones. El contenido de los mismos, en cuanto a datos se refiere, es muy parecido al mencionado en el Registro Civil. En los archivos diocesanos, encontramos principalmente: duplicados de las partidas de nacimiento, matrimonio y defunción, enviadas al arzobispado, por los párrocos cuyas parroquias pertenecen a esa diócesis, (existen estos duplicados desde el año 1867 al 1900, aunque esto difiere en cada circunscripción), expedientes matrimoniales (a partir de finales del siglo XVIII), dispensas matrimoniales (a partir del siglo XIV), libros de cofradías, patronatos, pías causas, capellanías, matrículas de cumplimiento, etc.

Los archivos parroquiales están ubicados en las propias parroquias, y los diocesanos, en los arzobispados de cada diócesis. Hace ya algunos años, que algunas parroquias (no todas), envían sus libros al archivo diocesano, conservando únicamente los que tiene una antigüedad de hasta 100 años.

Contienen los siguientes fondos:
A) Archivos parroquiales:
- Libros de Bautismo
- De Confirmación
- De Matrimonio
- De Defunción

- De Velados
- De padrones de feligresía para controlar el cumplimiento de
los sacramentos:
a.- De Confesión
b.- De Comunión
c.- De Pago de Bulas
- De testamentos ante notario apostólico

B) Archivos Diocesanos: (64 diócesis)
Expedientes matrimoniales en sus diferentes denominaciones:
1.- Normal
2.- Consanguinidad
3.- Capitulaciones
4.- Estrechez
5.- Cópula
6.- Sospecha.
7.- Ordenaciones in Sacris (curas)

C) Archivos eclesiásticos del Vicario General Castrense custodiados en el Ministerio del Ejército donde figuran casamientos y defunciones de los oficiales y su hijos, con multitud de anotaciones muy particulares e interesantes



Otros archivos civiles
Los más importantes son los Archivos Históricos Provinciales, los Archivos Municipales, el Archivo Histórico Nacional, el Archivo Histórico General Militar (Segovia, Ávila -jefes y oficiales-, Guadalajara -tropa-), el Archivo general de Simancas, el Archivo general de Indias.

Pero también están otros de "menor importancia" como los Archivos de la Corona de Aragón, Valencia, Galicia, Mallorca y Cervera, el Archivo del Palacio Real de Madrid, el Archivo de la Real Chancillería de Granada, el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, el Archivo de la Real Academia de la Historia, el Archivo de la Biblioteca Nacional, los Archivos de las Audiencias Territoriales, el Archivo de la Casa de Juntas de Guernica...

COMO HACER UN ARBOL GENEALOGICO, como hacer el árbol Genealogico de los Borlaf

Como hacer un árbol genealógico

Para hacer la genealogía de un linaje cualquiera, que normalmente es factible, hasta la 11.ª generación, es preciso seguir un método racional ya que sus miembros pasan de un millar, por eso creemos conveniente dar una idea que nos ponga en condiciones de llegar a una tabla genealógica que se ajuste al fin deseado.


Tabla ascendientes

La tabla ascendente o de ascendientes, es aquella que sube por los padres y abuelos de un individuo, en ella debían figurar -si fuera posible- todos sus ascendientes.

Estas tablas ascendentes, comprenden numerosos linajes, que se nos muestran por sus apellidos, ya que cada uno, de nuestros ascendientes femeninos (madre, abuela, bisabuela, etc.) aportaron el suyo. De aquí que si seguimos en ella una línea recta, o una línea en zigzag, podemos encontrarnos cosas sorprendentes: descender de santos, o de reyes, de artistas, o guerreros, de nobles, o plebeyos, tener entre nuestros ascendientes, extranjeros o personas de otras razas, y esto es posible porque nuestros abuelos llegan a cifras infinitas, al duplicar su número en cada generación.

Derivada de esta tabla ascendente, o por mejor decir, partes de ella es la tabla de linaje, que se desarrolla exclusivamente por línea de varón; la tabla de primogenitura, que enlaza genealógicamente los primogénitos varones de cada generación; la tabla o árbol de costados, comprende todos nuestros progenitores, que arrancando del padre y de la madre, se aleja en progresión geométrica por generaciones, pasando de los cuatro abuelos, a ocho bisabuelos, a dieciséis terceros abuelos, etc. La tabla de parentescos, en la que figuran no sólo los progenitores, sino también los hermanos y hermanas de ellos, que por tener todos la misma sangre y llevar igual apellido, se la conoce también con el nombre de tabla de consanguinidad.


Importancia de la tabla ascendente

La más importante de todas las tablas genealógicas, es la tabla ascendente, por que en ella, teóricamente, deben de aparecer todos nuestros antepasados, varones y hembras.

Parte esta tabla, como sabemos, de un individuo, le siguen sus dos padres, después sus cuatro abuelos, sus ocho bisabuelos, sus dieciséis tatarabuelos, y así sucesivamente, doblando en cada generación el número de los ascendientes de la generación precedente.

La ley que gobierna el número de ascendientes de cada generación es la de la progresión geométrica, que dice: que el número de ascendientes de una generación determinada se compone de tantos abuelos como el número que resulta de la potencia de 2, cuyo exponente es el número que dicha generación ocupa en el linaje, disminuido en una unidad.

Así:
3ª generación: 4 abuelos
4ª generación: 8 abuelos
5ª generación: 16 abuelos
... ... ... ...
12ª generación: 2.048 abuelos
13ª generación: 4.096 abuelos
14ª generación: 8.192 abuelos

Una persona nacida en el año de 1960, tendría hasta su 15.ª generación inclusive, que correspondería al año 1500, la cifra total de 32.767 antepasados, y en el año 871 en que viviría la 32.ª generación, el número de abuelos que compondría ésta sería de 2.147.483.648 y por tanto el total de individuos que compondrían su árbol genealógico alcanzaría la cifra de 4.294.967.296, o sea que tendría más antepasados que seres viven hoy en la tierra.



Esta fórmula, nos da el número exacto de los antepasados directos que debíamos tener, pero en cualquier tabla genealógica ascendente, se observa como ciertos antepasados aparecen varias veces, reduciendo, por tanto, el número de ellos. Esta repetición de los antepasados, que por fuerza hubo de darse al principio del género humano, se manifiesta en todos los tiempos, dándose con más frecuencia, entre individuos que viven incomunicados en valles o en islas, también en ciertas familias que por espíritu de casta, como las reales, las nobles, y en nuestros días las que pertenecen a las altas finanzas, practican la endogamia, costumbre muy antigua.

10 de mayo de 2009

GENEALOGIA EN LA HISTORIA, Genealogia de los Borlaf

Genealogía en la Historia.

La genealogía es tan antigua como la familia, pudiera decirse que nació con ella. Desde siempre, hemos honrado a nuestros padres, con cuya palabra quería significar a nuestros ascendientes; de otro lado, una mutua y recíproca unión, hasta más allá de la muerte, entre padres e hijos, abuelos y nietos, entre ascendientes y descendientes, y parientes de un linaje.

De aquí que la Genealogía la encontremos en todos los pueblos de la antigüedad como hecho fundamental, no sólo para regular los derechos meramente privados y familiares, sino para gozar de los mismos derechos públicos, como eran los cargos religiosos y militares de las tribus, y con mayor razón para el de jefe de ella, sobre todo desde que esta jefatura se hizo hereditaria, convirtiéndose en monarquía.


Genealogía en la India y Egipto.

En la India se conservaban cuidadosamente las genealogías: una princesa no podía buscar marido sino entre los que probaban descender de una familia soberana, es decir noble.

En Egipto, cuya primera y segunda nobleza la formaban, respectivamente, los sacerdotes y guerreros, se sucedían genealógicamente en sus oficios; privilegio de los guerreros era que entre ellos había de elegirse el Faraón, cuyo poder pasaba al primogénito, y después a su hijo, y así sucesivamente, y cuando esta línea directa fallaba, pasaba a los hermanos y hermanas, formando así las Dinastías, de las que se cuentan hasta treinta y dos, que llenan 3.300 años anteriores a J. C.


Genealogía en los pueblos americanos.

Los pueblos americanos, en tiempos anteriores a su descubrimiento por Cristóbal Colón, conocieron y aplicaron la genealogía, sobre todo los más adelantados, como los imperios Maya e Incaico, de Méjico y Perú respectivamente.

En el último, el germen social fue la clan, que agrupaba alrededor de la madre o de la abuela todos los descendientes consanguíneos, el cual evolucionó al ayllo, en el que además de la sangre les unía la protección del mismo totem.

Pero lo que no cabe duda es que el uso del nombre y apellido, generalizado por completo en la Edad Media, hizo a la genealogía más precisa, si bien aún faltaba claridad en los casos en que un hijo tomaba por su apellido el de la madre, o en el del fundador de un mayorazgo que para gozarle hubiera impuesto como carga el uso de su apellido y armas.

En tiempos más cercanos a nosotros, en los albores de la Edad Moderna, la Genealogía comienza a desarrollarse sobre bases más ciertas, ya que desde finales del siglo XV, y más extensamente en el XVI, se puede hacer constar con fechas exactas los actos principales de la vida de los descendientes de un linaje. Debemos a la Iglesia este avance; es en los libros sacramentales de bautismo, casamiento y defunción, que como obligatorios dispone llevar el Concilio de Trento, donde se toma razón de estos actos.

La Genealogía moderna aparece en el siglo XVI y siguiente; con el Renacimiento nace el humanismo, es decir, el interés de todo aquello que se refiere al ser humano, y entre esto está el mejor y más verdadero conocimiento de sus antepasados y de sus sucesores.

Refuerza tan notable adelanto la instauración en 1870 del Registro del Estado Civil, siempre desde su creación en continuo perfeccionamiento.

Sin embargo, a pesar de estos avances, la Genealogía, desde el siglo XVIII, venía perdiendo prestigio. Debido a que los genealogistas se dedicaron a adular y saciar el orgullo y vanidad de los hombres, no reparaban en dar por cierta la fábula, exagerar los hechos o falsearlos.

Afortunadamente en la actualidad los adelantos de las ciencias y el sentido común de cuantos aplican y se ocupan de la Genealogía han superado aquel desprestigio, operándose en esta ciencia un renacimiento.

La ciencia genealógica actual apenas si le queda algo de la antigua, ni en sus procedimientos, ni en sus fines; hoy son más ambiciosos, más amplios.

Hoy la Genealogía también estudia taras hereditarias, degeneraciones producidas por el ambiente y tren de vida, daño que los vicios y enfermedades de los antepasados pueden hacer a las generaciones que tienen que venir, y por ello los biólogos se interesan y se ensancha hasta un horizonte que se pierde el valor que la Genealogía tendrá para el futuro.

Ya no se limita nuestra ciencia a ser auxiliar de la Historia, porque hoy es ya el campo de experimentación y al mismo tiempo piedra fundamental de muchas ciencias.

Sólo así la Genealogía es útil.

8 de mayo de 2009

LA GENEALOGIA Y LA MEDICINA, la Genealogia, la Medicina y los Borlaf

La Genealogía y la Medicina.


Si la genealogía resulta imprescindible para la historia, no es menos importante para la medicina. Las enfermedades y taras hereditarias pueden estudiarse y, por tanto, tratarse gracias al conocimiento exacto de las familias en las que se presentan. Es ya tópico citar el ejemplo de la hemofilia, mal que transmiten las mujeres aunque no lo sufran, cuyas leyes de transmisión pudieron detectarse a principios del siglo XX por haberse presentado diversos casos bien notables en la descendencia de la reina Victoria I de la Gran Bretaña, extendiéndose a las Casas Reales de España y Rusia, entre otras familias. A lo largo de la centuria, las investigaciones biológicas han avanzado portentosamente en el campo de la genética, en el que en estos momentos asistimos a una auténtica revolución científica en cuanto a la identificación de los genes causantes del cáncer. Para no cansar al lector, hablaremos finalmente de un ejemplo que los servicios de la genealogía pueden reportar a la medicina y a la biología. Los avances obtenidos recientemente por los investigadores del ADN mitocondrial han permitido identificar los restos mortales de la familia del emperador Nicolás II de Rusia y de los colaboradores con ella asesinados.

6 de mayo de 2009

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA GENEALOGIA, Principios Basicos para la Genealogia de los Borlaf

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA GENEALOGIA.

La Real Academia Española, define la genealogía, en una primera acepción, como serie de progenitores y ascendientes de cada individuo. En una segunda acepción dice que es el escrito que la contiene y, finalmente, en su tercera acepción, mucho más restrictiva, afirma que es el documento donde se hace constar la ascendencia de un animal de raza.

Más ampliamente, genealogía, además de listas de nombres de antepasados de un ser, es la ciencia que permite el conocimiento no sólo de los antepasados, sino de la familia considerada como un conjunto de personas integradas en diferentes generaciones.

Para lo que ahora nos interesa, al margen de lo dicho por la Academia de la Lengua, definiremos la genealogía en una primera acepción como el conjunto de técnicas y de conocimientos de que podemos servirnos para la investigación de la historia de las familias.

Bien es verdad que la genealogía, en sus orígenes, se limitaba al recitado de sucesiones de nombres de padres e hijos en una cadena biológica, discursos de los que queda constancia en la Biblia y que se practicaban ritualmente por los hebreos que enseñaban de memoria a los niños las generaciones que les habían precedido.

Este sistema de aprendizaje ritual y memorístico nos muestra bien a las claras el primer peligro de esta genealogía rudimentaria y arcaica: la posibilidad de error por transmisión incorrecta del dato y la inseguridad que esta fuente representa para el conocimiento fehaciente. Una genealogía así fijada puede contener errores y omisiones que, en las siguientes generaciones, se agravarán con toda seguridad. Junto a la insuficiencia del puro dato nominal, sin fechas ni otros datos que las complementen, estas líneas genealógicas sólo sirven, a modo de ritual, para garantizar el recuerdo de unos personajes ligados por la relación paternofilial, que solamente cobra sentido, y lo conserva, cuando existen descendientes ocupados en memorizar, recordar y transmitir a su vez estas listas a las generaciones posteriores.

Lo que queda claro en este ejemplo para quien, como el lector, se inicia en las lides genealógicas es que nos encontramos ante una expresión del fenómeno que tiende a confundir una actividad con el resultado de la misma: la labor investigadora y de aprendizaje de las listas de nombres es una genealogía, rudimentaria si se quiere, pero indiscutible, mientras que las propias listas así obtenidas y preservadas reciben igualmente el nombre de genealogías, teniendo causa y efecto, por tanto, el mismo nombre.

La genealogía entendida como aquí lo hacemos, como actividad investigadora de corte científico que nos lleva al conocimiento de la familia, de una pluralidad de personas unidas por vínculos de parentesco, tiene una gran cantidad de finalidades.