5 de mayo de 2012

BUSCAR EL APELLIDO BORLAF Y LAS LIMITACIONES DE LOS ARCHIVOS ECLESIÁSTICOS Y CIVILES


Las limitaciones de los Archivos

En el Imperio Romano hubo algún precedente de este tipo de control estatal, pero tan sólo se hicieron censos sin periodicidad alguna, y se trataba, en general, de simples recuentos de ciudadanos, sin más.
Durante muchos siglos ni el Estado ni la Iglesia se preocuparon de disponer de un registro del estado civil de las personas.
Fue la Iglesia Católica quien, a partir del Concilio de Trento, dio normas regularizando el modo de llevar los libros parroquiales de bautismos y matrimonios y posteriormente también se impuso el de defunciones. Los datos recogidos en estos libros no tardaron mucho en comenzar a ser utilizados y admitidos como prueba en los contenciosos civiles.
Por otro lado la Constitución de 1869 proclamaba la libertad de culto. Esta libertad exigía la creación de un Registro Civil en el que anotar los datos de todos los españoles, fueran o no católicos, y así surgió la ley "provisional" de 17 de junio de 1870 que implantó por vez primera en el Estado tal registro, ya con sus actuales características generales. Tal ley entró en vigor en 1 de enero de 1871.
Es por esto que mediante los Registros Civiles como mucho podemos acceder a datos de 1871 mientras que mediante los Archivos Eclesiásticos, si hay suerte, encontraremos datos incluso del siglo XVI.


Pérdida del patrimonio documental

Con harta frecuencia se ha acusado a la Iglesia Católica de abandono en relación con su patrimonio artístico, bibliográfico y documental. En lo relativo a los archivos eclesiásticos se puede constatar que no siempre estos se encuentran en óptimas condiciones y conservados en su integridad, pero es debido, no tanto a la falta de interés de obispos y sacerdotes, como a la carencia de medios materiales unas veces y a los elementos naturales de destrucción en otras.
Aunque es la Guerra de la Independencia la que constituye la mayor catástrofe, no sólo para el patrimonio artístico, sino también para nuestros archivos.
Al producirse los sucesos de mayo de 1808, la actual provincia de Guadalajara se encontraba dividida, en lo que su administración religiosa respecta, entre el Obispado de Sigüenza, con 325 pueblos; el de Cuenca, con 32 y el Arzobispado de Toledo, con 132, entre ellos la capital, dentro de la Vicaría de Alcalá.
Por lo que se refiere a la provincia Guadalajara y con¬cretamente, al período de la Guerra de la Independencia, la bibliografía es bas¬tante escasa y menos aún son los que versan sobre la situación de la Iglesia de Guadalajara en el mismo período.
La Guerra de la Independencia supuso para Guadalajara, al igual que en toda España, la ruina de una gran parte de su patrimonio artístico. A la pérdida de la mayor parte de los objetos preciosos destinados al culto hay que añadir los robos producidos así como la pérdida de imágenes, pinturas y bibliote¬cas, hasta llegar a un número imposible de averiguar, dada la falta de inventarios previos a la ocupación francesa.
Y, mas concretamente, en lo que se refiere a los pueblos de los Borlaf se sabe que fue una zona de múltiples batallas y escaramuzas entre las que destacan la del 14 de Septiembre de 1810 cuando el enfrentamiento entre las tropas de El Empecinado y las tropas francesas dirigidas por el General Hugo acabó con el incendio de la Villa de Cifuentes y la del 3 de Mayo de 1811 cuando Los batallones del general Belliard despliegan una ofensiva en la comarca del alto Jarama con la intención de acabar con las de Juan Martín “El Empecinado” y Matías Vinuesa “El Cura de Tamajón”. Tras los distintos enfrentamientos, las tropas de los empecinados lograron salir victoriosas.
Otra perdida documental importante es la que se produjo durante la Guerra Civil Española cuando se perdieron o se destruyeron libros tanto Eclesiásticos como de Registros Civiles.

Juan Martin "El Empecinado"